La Garriga de Castelladral fue construida sobre las ruinas de una edificación medieval, pero no se convirtió propiamente una masía hasta finales del siglo XVII.
La construcción de la casa está claramente marcada por la evolución de su historia. Cada una de las épocas están marcadas en sus piedras y condicionan la construcción de la casa. Analizando las diferentes ampliaciones, materiales e inscripciones hemos podido descubrir la historia real que vivió la casa y cómo se fue transformando para adaptarse a las necesidades de cada época.
La Garriga experimentó su máximo esplendor y crecimiento a finales del s. XIX, cuando la plaga de la filoxera había destruido la mayor parte de la superficie vinícola francesa. Durante dos décadas La Garriga, libre aún de la invasión de la plaga, se vio muy beneficiada por la desgracia francesa, convirtiéndose en un importante centro de producción vinícola.
Pero la filoxera no tardó en llegar a tierras catalanas, con la consecuente exterminación de gran parte de los viñedos de la casa. La explotación de vino quedó muy reducida y sus propietarios se dedicaron a la producción de aceite y grano.
Toda esta herencia vinícola queda perfectamente reflejada en la casa actual, la cual conserva todas las tinas y botas originales donde se elaboraba el vino, así como el molino y las prensas para la elaboración del aceite.
Durante el siglo XX la casa no experimentó ningún cambio en cuanto a su estructura; sus propietarios simplemente aprovecharon la edificación existente para vivir. En el año 1936, en iniciar la guerra civil, los propietarios dejaron la casa, que quedó habitada únicamente por colonos y posteriormente abandonada durante tres décadas.
Hasta finales de 1998 no se inicia su restauración, cuando se adquirida por los actuales propietarios, la familia Roca Barbé, volviendo a La Garriga su luz y magia especiales que la caracterizan, respetando en todo momento su estilo y esencia originales.